Que si alguna vez he sentido envidia de una amiga?... hermana, prima, tía, desconocida…
Ja! Por supuesto. Me confieso pecadora de ENVIDIA.
Me confieso haberla visto con ojos de devorarle.
Me confieso hacer un análisis detallado y vertiginoso de su figura física deseando encontrar el mínimo detalle de descuido, el margen de error.
Me acuso de apretar los labios a manera de sonrisa, al tiempo que estrujaba los dientes en la boca.
Me acuso de llamarla tonta, inepta, descerebrada, incompetente, perrita, ilusa, inexperta, perdedora… claro para mis adentros, para el ego.
Sí, la envidié.
Cuando la vi tan contenta contoneándose para ser vista por los machos presentes.
Cuando la vi sonreír plácidamente mientras permanecía sentada leyendo “TU”, “15 a 20”...
Cuando carcajeaba mientras un chico le contaba un chiste viejo para agradarla.
Cuando esperaba pacientemente a que él abriera la puerta, retirara la silla, pidiera por ella.
Cuando recibió sentimentalmente feliz, una rosa roja que él, le compró en el bar.
Cuando espontáneamente abría los ojos como platos y se dejaba impresionar por las frases célebres de amor, poesía barata, o aventuras que él le contaba.
Cuando se aguantaba el dolor de pies a causa de los tacones tan altos, que le hacían ampollas por ser nuevos, y con una sonrisa le decía a él: “No importa, todo está bien”…
Sentí envidia.
Sentí envidia de no permitirme ser sensual intencionalmente en público.
Sentí envidia de no tener la suficiente ignorancia para leer trivialidades cuando el mundo se cae a pedazos, de pensar en la economía, política, religión, globalización, medios, masas, y no en qué ropa está de moda o qué tipo de personalidad tiene el chico que me gusta, según sus zapatos.
Sentí envidia de no poder ser tan tieeerna y reírme de un chiste contado mil veces.
Sentí envidia de no ser tan paciente y sí más independiente.
Sentí envidia de que no me gusten las rosas rojas sino, los tulipanes holandeses y astromelias.
Sentí envidia de tener la incapacidad de dejarme sorprender por palabras baratas.
Sentí envidia de anteponer mi comodidad al gusto del otro.
Porque tal vez, solo si, tal vez fuera un poco más ingenua, ignorante de la vida real, tierna, ordinaria, abnegada, sacrificada… podría vivir en paz, creyendo solo que el mundo gira en torno a él, sin preocupaciones mayores… sin que él, y él, y él y aquél también, me teman o rehúyan de una mujer que no se deja impresionar, que analiza y sicoanaliza cada palabra que de la boca de él sale, que no se deja comprar, que no se deja pasar por las horcas caudinas… que no se deja instruir. Ojalá fuera un poco más normal, más mortal.
By Instructora De Vuelo