Pequeña Estrella de Fuego, nunca fuiste de nadie.
Tu luz no se apaga ni con toda el agua del mundo.
Lloro por ti y me pregunto si algún día serás feliz.
Si algún día lo verás venir hacia ti.
Aquél cometa que esperas
Cometa, aventurero y de espíritu guerrero
Viajando de un lado otro… defiende su libertad
en la que tú no estás.
Pequeña Estrella de Fuego, sueña y sigue
muriendo, esconde tus besos
esconde tus ganas, instintos…
Cuando el cometa vuelva, tú cometa.
Tómalo y fúndete en él
vive en él.
Vive Pequeña Estrella de Fuego… Vive en él.
By Instructora de Vuelo.
domingo, 25 de julio de 2010
viernes, 2 de julio de 2010
El dramatico obstaculo de los amantes
Los amantes no son capaces de experimentar el amor, sosegados, porque la naturaleza de su amor, en esencia es un conflicto.
Si no hay un peligro que les impida encontrarse, su pasión carece de sentido dramático.
Se supone que la felicidad acompaña a los febriles enamorados de las historias; pero en realidad deberíamos preguntarnos si los problemas reales no comenzarán justo cuando tengan que enfrentarse a la cotidianidad del cariño, más que al arrebato de su pasión.
Ser amante es un oficio de vida. Su existencia depende de no convivir con el ser a quien ama.
Quizá su entrega sea la mas sincera, pero si queremos ser precisos, más que profesarse amor, los amantes de la vida real se ofrecen, demandan y perpetran el emocionante peligro de la aventura.
No comulgan con la seguridad del apego. Son adictos al frenesí del enamoramiento.
Para sentirse amando, el amante necesita del estremecimiento del corazón, del sudor en las manos y del ligero temblor en el cuerpo producido por la adrenalina.
El síndrome de tolerancia para la droga de la seducción es muy alto: en poco tiempo, los síntomas del romance inicial se desvanecen.
Por ello el amante evita las escenografías que le permitan construir favorablemente relaciones estables con una sola persona.
Se enamora de la persona equivocada. Cuando cada cita es acechada por el peligro, el amante se siente en la angustiosa (in)felicidad, es decir un sentir doble.
El destino final de los amantes no es infalible. A veces el guión de la vida les juega una broma y su pasión es tan ardiente que les chamusca el cerebro y la confunden –o incluso transforman- con amor eterno.
Ése es el instante crítico: cuando comienzan a caminar sobre la cuerda floja de la felicidad.
Aceptan el reto de ir tomados de la mano y atentos para no resbalarse (que en realidad sería lo mejor que podría pasarles).
Avanzan ajenos al verdadero peligro: que cuando aprendan a dominar el paso se les termine el reto.
Mientras que la cuerda del amor eterno continúa para siempre.
El amor eterno del amante, a diferencia del amor marital, se sustenta precisamente en la constante posibilidad de su desenlace, lo único que sabe construir es una dicha infinita en cada beso que termina en un final trágico de cada despedida.
Es sin duda mucho más emocionante, pero tiene una gran desventaja: nunca tiene futuro.
Los amantes tienen sólo dos posibles finales felices. La separación, que le permita reanudar un nuevo romance, o la trasformación de la relación, fuera del emocionante mundo de la aventura, sino en la amistad eterna de la pareja.
La única manera que tienen los amantes de amar eternamente al objeto de su amor es dejando de ser su amante.
Yo me proclamo amante… del día y la noche, de la alegría y el sufrir, del llanto y la risa, amante simplemente.
Amante para vivir
Amante para morir…
Morir como amante
Vivir como amante
By Mujer Caníbal
Si no hay un peligro que les impida encontrarse, su pasión carece de sentido dramático.
Se supone que la felicidad acompaña a los febriles enamorados de las historias; pero en realidad deberíamos preguntarnos si los problemas reales no comenzarán justo cuando tengan que enfrentarse a la cotidianidad del cariño, más que al arrebato de su pasión.
Ser amante es un oficio de vida. Su existencia depende de no convivir con el ser a quien ama.
Quizá su entrega sea la mas sincera, pero si queremos ser precisos, más que profesarse amor, los amantes de la vida real se ofrecen, demandan y perpetran el emocionante peligro de la aventura.
No comulgan con la seguridad del apego. Son adictos al frenesí del enamoramiento.
Para sentirse amando, el amante necesita del estremecimiento del corazón, del sudor en las manos y del ligero temblor en el cuerpo producido por la adrenalina.
El síndrome de tolerancia para la droga de la seducción es muy alto: en poco tiempo, los síntomas del romance inicial se desvanecen.
Por ello el amante evita las escenografías que le permitan construir favorablemente relaciones estables con una sola persona.
Se enamora de la persona equivocada. Cuando cada cita es acechada por el peligro, el amante se siente en la angustiosa (in)felicidad, es decir un sentir doble.
El destino final de los amantes no es infalible. A veces el guión de la vida les juega una broma y su pasión es tan ardiente que les chamusca el cerebro y la confunden –o incluso transforman- con amor eterno.
Ése es el instante crítico: cuando comienzan a caminar sobre la cuerda floja de la felicidad.
Aceptan el reto de ir tomados de la mano y atentos para no resbalarse (que en realidad sería lo mejor que podría pasarles).
Avanzan ajenos al verdadero peligro: que cuando aprendan a dominar el paso se les termine el reto.
Mientras que la cuerda del amor eterno continúa para siempre.
El amor eterno del amante, a diferencia del amor marital, se sustenta precisamente en la constante posibilidad de su desenlace, lo único que sabe construir es una dicha infinita en cada beso que termina en un final trágico de cada despedida.
Es sin duda mucho más emocionante, pero tiene una gran desventaja: nunca tiene futuro.
Los amantes tienen sólo dos posibles finales felices. La separación, que le permita reanudar un nuevo romance, o la trasformación de la relación, fuera del emocionante mundo de la aventura, sino en la amistad eterna de la pareja.
La única manera que tienen los amantes de amar eternamente al objeto de su amor es dejando de ser su amante.
Yo me proclamo amante… del día y la noche, de la alegría y el sufrir, del llanto y la risa, amante simplemente.
Amante para vivir
Amante para morir…
Morir como amante
Vivir como amante
By Mujer Caníbal
Suscribirse a:
Entradas (Atom)